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La expresión de emociones en el núcleo familiar


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En estos días me ha tocado acompañar a una querida amiga en sus últimos momentos y no pude dejar de entristecerme no solo por su partida, sino también porque me toca observar muy de cerca el desgaste y el distanciamiento de su vínculo con sus hijos, debido a la incapacidad de ambas partes de poder gestionar los problemas y expresar las emociones franca y honestamente.


Cuando soy testigo de este tipo de situaciones, no puedo evitar recordar a Virginia Satir en su libro “Relaciones humanas en el núcleo familiar” (1981) donde expresaba que solamente 4 de cada 100 familias logran ser familias nutridoras, es decir, una familia donde se da un contexto de comunicación adecuado, los integrantes se sienten libres de expresar sus sentimientos, sortean los problemas sin dificultad ni confusión, se acomodan al cambio y aprenden de sus errores.


El restante 96% de las familias pertenece al grupo de familias conflictivas o problemáticas, las cuales presentan mala comunicación, se evitan mutuamente, predominan los silencios incómodos y presentan problemas de relacionamiento entre sus miembros.


La misma autora continúa diciendo que en estos casos la vida familiar se puede asimilar a un iceberg. Solo se percibe una pequeña parte del todo, solo lo que pueden ver y oír y creen que esto es la totalidad.


Muchos suponen que hay algo más pero no saben bien que es y mucho menos como indagar en ello. Esto lleva a que la brecha en el relacionamiento sincero se empiece a agrandar y la familia termine en un derrotero peligroso que puede terminar muy mal.


Supongamos el caso de un hijo menor de edad, que le miente a sus padres respecto a sus avances en la escuela. Las razones de por qué lo hace pueden ser infinitas, pero hay una razón que predomina y es el miedo.


Este miedo puede asumir muchísimas formas, puede ser miedo al rechazo, al abandono, al conflicto, a que le dejen de sustentar, a sentirse vulnerable, al desprestigio de la imagen que tienen de él, a que no lo acepten tal como es, a defraudar a los padres, etc. etc. y es un miedo que se da en épocas en las cuales los hijos dependen de sus padres, pero también he visto casos en los que este miedo se mantiene en la edad adulta y en personas autosuficientes.


¿Qué cosas nos impiden superar esos miedos y hablar con sinceridad en el ámbito familiar?


Según Norberto Levy, en La sabiduría de las emociones (2019), “el miedo es una señal que indica que existe una desproporción entre la magnitud de la amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos que tenemos para resolverla”.


Esta amenaza puede ser física o emocional. Esto significa que el miedo aparece cuando:


AMENAZA mayor RECURSOS con los que contamos.


Por ejemplo, si un hijo reprobó la mayoría de los exámenes en sus estudios, es necesario que disponga de recursos psicológicos para poder hablar de esto con sinceridad. Si además de perder los exámenes, es hipercrítico consigo mismo e imagina escenarios catastróficos ante la comunicación del hecho, es altamente probable que se auto perciba como falto de recursos ante la amenaza de castigo o reprobación de sus padres y surja el miedo de hablar con honestidad.


Según Virginia Satir, detrás de cualquier motivo que lleve a conflictos entre miembros de una familia, existen 4 factores clave a tener en cuenta:


1. Autoestima baja. Cuando alguien se percibe como falto de recursos, tiene una valoración negativa de sí mismo que genera sentimientos de culpabilidad, vergüenza o inutilidad. La autora asimila la autoestima a una olla y si esa olla está vacía o baja, tendremos problemas para relacionarnos adecuadamente con nosotros mismos y con los demás.


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2. Comunicación indirecta, vaga e insincera. Los miembros de la familia no se comunican de manera honesta ni respetuosa de los sentimientos del otro. Tener una olla baja (autoestima baja) hace que las personas no puedan comunicarse desde la tranquilidad de que no van a ser juzgados por cómo piensan o cómo son.


3. Normas rígidas, inhumanas, fijas e inmutables. Puede que las reglas de la familia no permitan estar en desacuerdo con los padres, hablar sobre ciertos temas tabú, o entrar en conflictos. Estas reglas pueden ser explícitas o tácitas y su transgresión provoca miedo al rechazo o a la pérdida de la pertenencia al clan familiar.


4. Enlace temeroso, aplacante y acusador con la sociedad. La forma de relacionarse con la sociedad y con los demás está lejos de ser desde la autenticidad, sino que se da básicamente desde el miedo, el sometimiento o el autoritarismo.


Las familias conflictivas o problemáticas se caracterizan por la frialdad, el ambiente es demasiado cortés y cada quien está aburrido. Otras veces aparece una atmosfera de tensión, como esperando un rayo que puede caer en cualquier momento. En otros casos el ambiente está lleno de secretos, como si la familia fuera un centro de espionaje donde nadie confía en nadie.



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En estas familias no hay alegría, parecen estar unidos solo por el deber y sus integrantes apenas se toleran mutuamente. Las personas que integran familias de este tipo tienen comportamientos en los cuales se empiezan a evitar mutuamente, sus miembros dedican muchas horas al trabajo fuera de la casa, pasan muchas horas en internet o en el celular y tienen poco o nulo contacto real con la familia.


Por el contrario, las familias nutricias predomina:


  1. Autoestima alta.

  2. Comunicación directa, clara, específica y sincera.

  3. Normas flexibles, humanas, apropiadas y sujetas a cambios.

  4. Enlace con la sociedad abierto y confiado.



Para poder lograr una familia nutricia, es necesario tomar consciencia acerca de estos factores y su influencia tanto en nosotros como en los demás miembros de la familia.


Recuerda que:


Cada persona tiene una valoración de sí misma, positiva o negativa, ¿Cuál es la valoración que tienes de ti mismo?


Cada persona se comunica, ¿Cómo es tu comunicación y cuál es el resultado de la misma?


Cada persona sigue reglas, ¿Cómo son esas reglas y cómo funcionan para ti?


Cada persona tiene enlaces con la sociedad, ¿Cómo es ese enlace y cuáles con los resultados del mismo?


No esperes al final de tus días para trabajar estos temas. Te dejo una pregunta de reflexión:

Si te dijeran que te quedan 24 horas de vida, ¿Con quien tendrías tu última charla y que emociones le expresarías?





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